martes, 19 de abril de 2011

UNA LECCIÓN DE SENCILLEZ


Un poco de miedo y escepticismo se mezclan con la esperanza de transmitir un poco de alegría a personas que, a sabiendas, en su interior gozan de una felicidad forjada en su quehacer diario que uno no les podrá dar. Es todo ello la impresión que uno tiene cuando le proponen a hacer un viaje a Honduras, un país de Centro América donde como todos sabemos, los recursos y bienes económicos son más bien escasos.

Así pues, no fue este un viaje de placer para conocer naturaleza, ciudades y monumentos (que un poco sí que hubo); el placer vendrá añadido por la buena disposición de sus gentes agradecidas a que unas manos amigas estén dispuestas a compartir experiencias e infundir un compromiso de supervivencia.

Todo ello fue posible a “Emi”, una misionera de la Fraternidad Misionera “Verbum Dei” que nos acogió para que desde su contacto con aquellas gentes uno pueda inmiscuirse hasta la realidad de un pueblo hondureño marginado. Una marginación que en todos los casos es muy parecida a la que se puede vivir en España en el fondo, pero las formas están mucho más desprovistas que aquí.

Así por ejemplo, la mujer convive sin derechos y desprovista, con un único afán interior de llevar su familia adelante. No cuenta con más respaldos de la Administración Pública ni de sus propios vecinos para ayudarle en lo más mínimo, porque para ellos es bastante ya con tener que aguantar su propia “vela”.

Por tanto son mujeres que en su mayoría tienen que “sacar” a sus hijos cuando no reciben ayuda de su esposo porque es alcohólico y se gastó el dinero o llanamente les dejó para vivir otra vida menos comprometida. Quiero desde aquí reconocer el gran trabajo realizado por la ONGD “Manos Unidas” al acercarse a las madres bajo el lema “Madres Sanas, Derecho y Esperanza” en una de sus pasadas campañas.

Y será la madre, la mujer que con su trabajo diario y continuado como pueda llevar adelante estas sociedades de injusticia.

Pero los últimos y los primeros al mismo tiempo en sufrir las consecuencias de todo esto serán los niños y niñas que se presentan ante un futuro incierto. Es una infancia plagada por la falta de oportunidades, sin una educación digna y una higiene bastante deficitaria, donde la sanidad dicha sea de paso, deja mucho que desear. Quiero también desde aquí hacer un llamamiento a todos los estudiantes mayores y pequeños para decirles públicamente que agradezcan el poder ir a clase, el poder sentarse en un pupitre con calefacción en los crudos días de enero y de sentirse conscientes al menos, con esa posibilidad de elección ante el “poder estudiar”. Podría animarles a más cosas pues como se dice, “el que mucho abarca poco aprieta”; prefiero dejar clara esta prioridad a la opción de la educación y del conocimiento para así disponer de personas más libres, preparadas y comprometidas.

Fueron muchas las vidas, las personas que se cruzaron en mi camino durante la primera quincena de enero en aquél del año 2008 que duraron mis vacaciones. Todos estos rostros que viven bajo un denominador común de injusticia, pero siendo capaces de compartir lo que tienen y esperanzados a vivir en letras mayúsculas desde la sencillez, la austeridad, con sólo lo necesario.

Quiero también hacer pública la atención y ayuda de amigos, de nuestro párroco Bartolomé, Cáritas así como de nuestras papelerías “Moreno” y “Cervantes” por su desinteresada contribución con material escolar.

Despedirme con que “otro Mundo es posible”, invitar a no vivir desde nuestro egoísmo y agradecer todo cuanto se nos viene dado, que os lo puedo asegurar es mucho.

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